domingo, 8 de agosto de 2010

Castración

Hoy me desperté con un mensaje de Cristina. Nos decía (porque a veces las chicas nos enviamos mensajes en cadena) que había perdido la capacidad de “sentir” desde la muerte de su padre, algo que sucedió menos de un año atrás. Me imagino que algo tan impactante, más que dejar una huella, deja una cicatriz en el alma tan grande que obviamente ya no vuelve a ser la misma. Se va perdiendo algo de la esencia de lo que fuimos. Y es que nosotros no morimos como nacimos, sino de la forma como vivimos, de las cosas que atravesaron nuestra existencia…

Hoy también estuve pensando más de la cuenta, puesto que decidí encerrarme más tiempo en mi habitación que el acostumbrado, también para poder acomodarme un rato en mi soledad, que había dejado abandonada por el miedo de que ella me trajese a la mente todos aquellos pensamientos reprimidos que intuyo me harán sentir peor. Al principio fue así, porque lo primero en la lista eran todos aquellos planes postergados y/o cancelados que me va dejando esta enfermedad. No les ha sucedido, por ejemplo, que cuando están con las manos ocupadas, justo en ese preciso momento, ¿Les pica la nariz? Algo así quiero explicar: Justo cuando siento que puedo hacer muchas cosas, como disfrutar mis últimas vacaciones, ver amigos que no veía hace tiempo, emprender mi primer negocio… justo en ese momento llega algo que me impide hacerlo. Frustración, por supuesto. Impotencia, ni que decir. ¿Será acaso que mi vida se está reduciendo a sólo cuidar mi salud? Pues justamente eso es lo que estoy tratando de evitar, no olvidarme de otras cosas como mi familia, estudios, pasatiempos, amores… No, mejor eso último lo dejamos en suspensión por ahora.

Y la pregunta ahora es porqué ¿no? Ni yo misma lo sé exactamente. Pero la comprobación empírica me dará la razón: la última vez que me enamoré sentí la extraña sensación de libertad y éxtasis que emana al oír un nombre, me embriagué en el delirio y todo el bla bla bla pero me faltó el ente receptor de todos aquellos sentimientos que no fueran páginas de Word, comidas con grasas saturadas y glucosa, conversaciones con propios y extraños y horas desmadrugándome en la oscuridad. Aunque pensándolo bien, ¿Esos componentes no forman también el amor? ¿Por qué tiene que ser solamente la parte “buena” y “perfecta”? No se si con todo lo que he pasado he aprendido a ser una de esas escritoras frustradas que llenan páginas con frases desenfrenadas y cursis, que aman en secreto y al ser el amor no correspondido su mayor fuente de inspiración, son felices en su tristeza del desamor. O por otro lado, he aprendido a no sufrir por amor, si me enamoro debe ser de alguien al quien pueda entregar todo, no reprimirlo pues es horrible. Y por fines prácticos, si no funciona, dejarlo ahí. Y punto final


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