jueves, 4 de noviembre de 2010

Sesión 3

En realidad la Sesión 3 sucedió, si no me equivoco, hace más de un mes. Casi lindando con "la semana feliz" que pasé desde que mis examenes de la TBC mejoraron. Resulta que en una de mis clases de Psicoterapia de Grupo tuve el impulso de contar sobre mi enfermedad a un grupo considerable de compañeros. Todo comenzó cuando la consigna fue hablar sobre algo que nos esté ocurriendo ahora mismo, algunos empezaron por compartir cosas un tanto banales, otros no tanto... cuando al fin llegó mi turno, pensé en mencionar algo abstracto y general en cuanto a mi estado de salud y desviar la atención. Pero una vez que empecé, algo fue cambiando y ya se convirtió en una confesión casi impulsiva que me llevó a decir frente a todos: "Hace un par de meses me diagnosticaron con TBC". No fui lo suficientemente valiente para poder reparar en el rostro de los demás al principio, a momentos los miraba de reojo y me pude percatar que me estaban prestando toda su atención. Esto me hizo sentir con más fuerza para seguir hablando, en cierto modo.

No fue tan dificil como lo pensé. Además, tuve reacciones muy favorables de algunos de mis compañeros. Creo que la persona enferma siempre necesita del apoyo de los demás, pero de un apoyo sincero, es darle a la persona que se encuentra enferma la fuerza que no tiene, o si tiene pero no lo sabe. (así sea TBC, gonorrea, fiebre amarilla o hepatitis). Iniciaré una campaña en pro del "no-ocultamiento" de las enfermedades, como el cáncer o sida. Sería interesante. Lo peor que uno puede hacer es pertender ser el fuerte, el que puede salir adelante solo.

Hace tiempo que pasan los días sin que yo perciba mi enfermedad. Hace días que mi tema de conversación principal ya no es: "Hoy me tocó tomar mis pastillas con avena fría de la mañana". Aunque ahora me viene la pregunta: ¿Cuántos bacilos más faltarán por morir?. Hace semanas, además, he recuperado casi al 100% mi vida "normal", aunque con la consigna "cuidate... cuidate mucho" grabada en mi frente, llevando el estandarte de "estilo de vida saludable" a donde quiera que vaya. Ahora, ya en mi segunda fase, la enfermedad se va desvaneciendo, la recuerdo solamente los martes y viernes que tengo que ir a tomar mis pastillas, o cuando me vienen dolores de pecho al querer dormir.

El otro día también hablé con mi asesora de tesis y de paso aproveché para agradecerle sinceramente el hecho de haberme apoyado tanto en este proceso. Me recomendó seguir cuidándome, que esto va a cambiar realmente mi estilo de vida para siempre, pues la TBC ha sido una muestra de que mi sistema inmune es débil de por si (si, ya había reflexionado sobre aquello). Bueno, todos tenemos nuestro órgano débil así que ni modo.

Mañana preguntaré a la enfermera la fecha exacta de la última toma, que si no me equivoco, es para la primera quincena de enero. Esa fecha creo que será mas esperada que mi cumpleaños, que el fin de clases, que navidad y demás celebraciones... al fin y al cabo, con todos los trámites del internado y algunos días de descanso, el tiempo pasará volando.

"El tiempo es arena en mis manos..." (G. Cerati)


domingo, 17 de octubre de 2010

Disculpa TBC que hoy no hable de ti

Hoy…

(Creo que casi siempre que me provoca escribir es por algún tipo de experiencia que viví hoy, o quizá no sea la experiencia en si, sino de algo que ocupó la mayor parte de mis pensamientos. Algo que quizá para ojos ajenos sea vano y poco relevante, pero hasta en eso uno puede encontrar una razón para escribir)

…novedad, me concentré en una canción. Pero incluso antes de hablar de la canción, debería remontarme en un viaje hacia lo pasado, hace casi 4 años, cuando la música no definía mi vida, cuando era un simple acompañamiento de momentos específicos de la vida, era un segundo plano… hace poco menos de 4 años, empezó una historia la cual tiene muchas partes de las cuales me arrepentí miles de veces, sin embargo, aprendí muchas cosas de dicha experiencia. Una de ellas, fue el inicio de una suerte de aventura acústica.

Todo empezó cuando alguien empezó a regalarme muchas canciones, obviamente nuevas, desconocidas y que si las había escuchado, jamás habían sido lo suficientemente interesantes para engancharme con ellas. Poco a poco, el vicio por buscar nuevas canciones fue in crescendo, y luego ya no sólo canciones sino nuevos autores, nuevos géneros, nuevas fusiones...

Hoy siento que encontré algo más porque vivir, por lo simple y hermoso que puede ser descubrir una melodía nueva y prenderte a ella de tal manera que no la quieras dejar ir, que sientas que te pertenece, que habla de ti, que forma parte de ti. Escuchar música para mí ha dejado de ser un pasatiempo, para convertirse, creo, en algo más, en una necesidad, algo que disfruto demasiado, en lo que pienso, en lo que sueño…

A pesar de saber que no soy la única que pasa por esto, (bueno, en realidad sé que hay miles de verdaderos melómanos ahí afuera sucumbiendo ante el placer de ritmos y melodías que fácilmente jamás he escuchado), tengo pocos amigos con los cuales compartir este vicio. Uno de ellos es la persona que menciono al principio, que por estos momentos, no es la más adecuada para acercarme con la intención de compartir algo. Vale decir que no me considero una melómana, aunque si me gustaría serlo algún día, quisiera mantener viva esta ¿llama? ¿pasión? No encuentro otra manera de describirlo, pero quiero conservar mis deseos veinteañeros intactos para cuando tenga veinte años más: seguir, de alguna u otra manera, descubriendo nuevas canciones, géneros, autores, etc. y que pueda seguir haciendo mis días más intensos gracias a la música.

¿Como definiría, hoy, a la música? Franz Liszt decía que “la música es el corazón de la vida, por ella habla el amor, sin ella no hay bien posible y con ella todo es más hermoso” y no le faltaba razón. He escuchado “Salvapantallas” de Jorge Drexler el día de hoy 21 veces (ahora estoy reproduciendo la número 22) y siento que no puedo dejarla, quiero grabarla (aunque creo que ya la hice) en mi mente para que cuando los parlantes se apaguen, pueda seguir escuchándola.

Caramba, no puedo a veces dejar de sentirme cursi, pero ¿qué puedo hacer? Estoy enamorada de la vida, esa vida que es más llevadera, más intensa y más sublime, precisamente, con la música. 

"Años atrás de pronto la casa se llenó de canciones, músicas y versos que brotaban desde tantos rincones..." 
Salvapantallas - Jorge Drexler



sábado, 18 de septiembre de 2010

Cambio de ruta (o toma la ruta)

(¡Rápido que se me van las ideas...!)

Así de impestiva y luminosa es la inspiración. O bueno, no significa que lo que vayas a escribir sea una completa obra de arte, a mi me sucede que apenas encuentro las palabras exactas para empezar a escribir algo, dejo lo que estaba haciendo en el momento (en este caso, un accidentado trabajo de la universidad) para dejar escapar una especie de diluvio literal.

A veces siento que ya hostigo a la gente por mi gusto desmedido por Gustavo Cerati, pero en estos momentos hay tantas frases que saco de sus canciones que fueron la raíz de mi inspiración para postear, dicho sea de paso, no lo hacía buen tiempo. Y dicen así:

"Si algo está enfermo, está con vida" - Terapia de Amor Intensiva
"Tarda en llegar y al final, hay recompensa"  - Zona de Promesas
"Tengo todo por delante y nunca me sentí tan bien, está cambiando el aire.. (literalmente)" - Fuerza Natural
"Hoy el viento sopla a mi favor, el universo está a mi favor..." - Magia

Desde ayer me dura la embriaguez de una felicidad que hace tiempo no experimentaba. Y yo que no soy de expresar mis estados de ánimo en las redes sociales, esta vez hice la excepción y escribí una parte de "Zona de Promesas" en mi muro de Facebook. Todo comenzó el día de ayer cuando me encontraba en un colectivo que me llevaría hasta un hospital a más de una hora de mi casa. Tenía que recoger mis resultados del BK, pero no iba con muchas ideas en la cabeza, porque hace una semana mi resultado seguía saliendo positivo (había bajado la intensidad, pero aún así seguía siendo positivo). En fin, me llamó una enfermera del otro centro de salud en el cual había dejado también una muestra, para decirme que mi prueba había salido negativa. "¡Al fin!" suspiré, sin embargo tuve que controlar mis deseos de gritar como descarriada allí, puesto que aún faltaban los otros resultados del hospital y una partede mí decía que debía esperar. Con mucha impaciencia y apresurando el paso llegué hasta el Programa de Prevención de TBC del hospital (que para colmo quedaba al fondo) y pedí mis resultados. Primero la enfermera me dijo que no estaban para hoy y ya estaba pensando como armar mi queja, pero de pronto me los dieron, confirmando que efectivamente mi BK era negativo. Llamé a mi casa para dar la buena noticia, mi mamá fiel a su estilo se echó a llorar y desde lejos pude escuchar los gritos de alegría de mi hermana, lo cual fue suficiente para que yo también deje escapar un par de lágrimas asolapadas en frente de todos los médicos y pacientes que deambulaban por el pasadizo del hospital.

¿No era que los flashbacks los veías usualmente al morir? Bueno en este caso tuve uno de los tres meses desde que me diagnosticaron con TBC y recordé todo, comparándo esos sentimientos de angustia con los de extrema felicidad que sentía en ese momento. Ya luego vino lo mejor, contarle al resto de personas lo que me había sucedido. Cuando le enseñé a la enfermera de la Clínica Universitaria mis resultados, me abrazó y me felicitó. "Había estado muy preocupada... ahora cuídate más que nunca" me recomendó. Luego a algunos de mis amigos. Realmente un día que me gustaría repetir más seguido... =)

Soy conciente de que esto es sólo una batalla ganada. Aún quedan muchas más que luchar contra la TBC y como me dijo la doctora "no debo bajar la guardia". Pero no puedo evitar sentirme más sana... 

(más libre...)


miércoles, 1 de septiembre de 2010

Sublimación musical

Si algún día hubiera sabido que me saldrían callos en los dedos, habría pensado que el causante de todo aquello sería el vicio de escribir. Quizá me atraparía la manía de detenerme a racionalizar, metaforizar, sensibilizar todo lo que acontece a mi alrededor y plasmar buena parte de ello en este blog o quizá abriría uno más. Pero no. Mis nuevos callos del dedo índice, medio y anular se deben a que estos días he venido persiguiendo el sonido armónico de acordes mayores (y algunos menores como Am y Em, que son fáciles) que combinados han dado origen a un par de canciones que me fascinan y otras que simplemente son agradables. Tampoco hubiera pensado hace un par de meses que me emocionaría tanto al escuchar que ya puedo emitir un sonido donde tenga que utilizar una cejilla o "puente" o que demore menos de dos segundos en cambiar de acorde. Es sencillamente delicioso. En cuanto al ritmo, a veces me pierdo al tratar de cantar, aunque antes lo encontraba más difícil. "No te preocupes, sigue practicando", me repite Tavo cada vez que le cuento cómo me va con Lisa (su querida guitarra). ¿Pero no dice Cerati en "Disco Eterno" que practicar no te hace perfecto?. En este caso no busco la perfección, simplemente algo melodioso y si me equivoco siempre queda la imporvisación, que no debería ser mal vista porque a fin de cuentas es una muestra de creatividad.

Sin embargo, mi objetivo (por ahora) no es tocar como Clapton o Santana. Yo siempre veía a mis amigos o conocidos tocar guitarra y deseaba intentarlo, pero por aquella excusa trillada de "no tengo tiempo" nunca aprendí. Bueno, para que vean que la enfermedad no solo trae problemas, al menos me ha dado el tiempo necesario para aprender algo nuevo. Y no sólo de aprender, sino de experimentar una nueva conexión con la música, esa sensación de crear un ritmo y melodía por uno mismo, de poder expresar una identidad y acompañar una serie de momentos (ya sean alegres, aburridos, ingratos o deprimentes) con ella. Díganme exagerada y cursi pero es excitante, maravilloso, sublime...

Realmente extrañaré mucho a Lisa cuando la tenga que devolver a su dueño. No sé como hubiera sido este mes de semi reclusión-aislamiento-arresto domiciliario-encarcelamiento sin ella. Por tanto, el post de hoy va dedicado tanto a Lisa como a Tavo, ambos que me demostraron ser compañeros excelentes en momentos un tanto difíciles.

Hablando de momentos difíciles, recuerdo que hace un par de días me vino una oleada de pre-depresión que felizmente duró un par de horas. Aquí un extracto de lo que salió en el momento: (un domingo híbrido de siempre)

"¿Cómo estás?"

Nunca antes había pensado tanto antes de contestar esa pregunta. Pues que te puedo decir. En aspectos generales y la mayor parte del tiempo, bien. Pero eso no anula los momentos como ahora en que me siento tan vulnerable, vacía y abandonada (a pesar no estarlo). Si te digo que estoy bien, recuerda esto: paso por momento difíciles que no siempre puedo manejar y no siempre los llevo de la mejor manera. Tengo miedo, siempre lo repito, de que esta situación siga así y no cambie el efecto nulo que le están haciendo los medicamentos a la enfermedad. "A pensar positivamente, todo saldrá bien, etc, etc, etc.". ya me sé de memoria el argumento, no quiero repetirlo pues ahora no me hará ningún efecto. A veces siento que tengo derecho a ponerme así.

Extraño... esa sensación de abandono y nostalgia. El no poder ser libre y tener que adaptarte a un guión ajeno, a algo que "debe ser" porque sabes que será bueno para ti, incluso así te sientes una mierda.

Tanto positivismo no sirve. La vida es un vaivén y ahora estoy en picada. La aceptación no viene en un momento determinado, no es que un día no aceptas algo y al día siguiente por arte de magia lo aceptas. La aceptación es un proceso. Hay días en que crees haber aceptado algo y luego te percatas de que HOY NO. Hoy no acepto que esta enfermedad está limitando mi estilo de vida, no acepto tener que depender de 11 pastillas diarias y de no poder verme como yo quisiera.

Y esto se puede aplicar a cualquier aspecto de la vida. Por ejemplo, a veces creemos que hemos olvidado a alguien y no es así la/lo seguimos extrañando y luego no... es así. ¿O será que las personas tiene  más determinación que yo? ¿Cuando ellas dicen no es NO? ¿Y yo soy la única inestable?

¿Y por qué siempre tengo que preguntarme tantas cosas?

Sucede irónicamente que minutos después Daniel me habla por el msn; saluda y pregunta "¿Cómo estás?". Como existe cierta confianza, le enseñé lo que había escrito y conversando, me acompañó en el momento de "mierditud". No me dijo la clásica de "¡Pero no te pongas triste...!" más bien todo lo contrario: que disfrute esos momentos pues acompañan a la enfermedad, aunque tampoco llegando a convertirme en una emo total y estar en cama todo el día viendo novelas coreanas.

Felizmente luego de ese episodio no he vuelto a tener bajones de esa naturaleza. Ahora más bien, ando con la expectativa del examen del Esputo, que me toca precisamente mañana. En general, prefiero hacer las cosas paso a paso y no ser sumamente positiva y pensar que ahora la prueba si saldrá "negativa" (que es lo que yo quiero) porque siento que si me aseguro de eso y no sucede, la decepción será peor. Por otra parte tampoco pienso que todo saldrá mal (eso afecta la inmunidad). Sencillamente no pienso (¿Demasiado hueca?). Opté en esta ocasión por una pocisión más neutral y cero obsesiva: Que pase lo que tenga que pasar y me iré preparando para enfrentarlo.


viernes, 20 de agosto de 2010

Soy Higadito Feliz

"SHF" son las iniciales que aparecen en mis nuevas pastillas (aunque más bien son cápsulas) verdes y algo voluminosas a comparación de las otras. Resulta que desde que estoy tomando las cuatro clases de pastillas, mi hígado está recibiendo un bombardeo mismo Irak en manos de gringos estadounidenses. Según el doctor es como si tomara una botella de Vodka diaria. "Oh, ¿tanto así?" pregunté. "Entonces vas a tener que dejar de tomar en serio" me respondió burlonamente.

Es por tal motivo que el post de hoy va dedicado muy especialmente a ti, querido hígado, un órgano del cual recién me percaté su existencia debido a la infame enfermedad. Discúlpame porque nunca pensé en que recibieras constantemente patadas de mi parte, calladito cumplías con el trabajo de procesar cuantos chocolates, grasas e inclusive alcohol me provocara consumir. Sin embargo ahora si te estoy cuidando, esta nueva pastilla "Soy higadito feliz" dice que te ayudará a que el daño que recibes sea mucho menor. (una pastilla que ayuda a minimizar el daño provocado por otras pastillas).

Como deben saber, en el proceso de cualquier enfermedad es muy importante la alimentación. Con la TBC es doblemente importante, por tanto, se recomienda incluso subir de peso... ¡Pero sanamente! Durante todo este tiempo me han recomendado infinidad de alimentos como la quinua (ese fue el profesor de Psicoterapias Humanistas en aquella reunión que empezó de la siguiente manera: "Así que tienes TBC ¿no? Quinua, hija, mucha quinua y con eso te curas" Luego se pasó explicándome el proceso de cocción). También he escuchado irónicamente que el hígado es bueno para el Hígado. Durante una época mi mamá entendió que debía comer hígado TODOS LOS DÍAS así que le llegué a coger repugnancia, (sin exagerar) ya que de por si no me gusta. Aunque fueron interesantes las batallas que tenían lugar a la hora del almuerzo, obviamente las gané todas y no quedó nada en el plato =). ¡Ah claro y el extracto de jugo! Tomate, zanahoria, alfalfa y manzana, con un poquito de miel y... pa' dentro. En realidad eso ya no lo tomo muy seguido, ahora probaré con ensaladas.

5 veces al día, bien papeada, para mantener las defensas del cuerpo en un buen nivel. No dejar por nada del mundo de tomar las pastillas (de preferencia con leche o quinua). Buen humor y descanso. Con todas estas recomendaciones se aprende a vivir y visto después de tiempo parece sencillo.

En realidad quien soporta todo eres tú, mi hígado. ¡Fuerza (natural)!


jueves, 12 de agosto de 2010

Sueños bizarros

Hace tiempo que no tenía pesadillas. Aunque ésta, ¿Lo fue? Todo empezó como siempre, emulando a una película de ciencia ficción que veo en una a las quinientas, lo único que recuerdo bien fue la parte donde supuestamente a los seres humanos nos metían dos larvas en el cerebro para mantenernos ocupados en cosas banales y así, dejar de pensar en causar revuelo. Creo que estábamos viviendo una especie de revolución humanoide contra otros seres espaciales. (el argumento se parece a la serie "V" que pasan en Warner Channel y creo que mi inconciente la sacó de allí). Ahora que lo pienso, es la tercera vez que sueño con algo así, la primera fue cuando también se vivía una especie de guerra en la cual mi madre, mi hermana y yo éramos perseguidas y sobrevivimos gracias al escape en mototaxi. Luego llegamos a un "hidropuerto" donde escaparíamos a Europa a través de una clase de submarino. La segunda vez fue cuando también la raza humana desapareció por una inundación, pero felizmente surgió una nueva raza encima de la antigua.

En fin, volviendo un poco a algo mas "real", sucedió que de las imágenes bizarras me transporté a mi Universidad, específicamente a mi facultad. Estaba haciendo cola para entrar a una clase, pero me vinieron las ganas de ir al baño. Al regresar, la profesora ya estaba cerrando la puerta pero felizmente me dejó entrar. No eran carpetas, sino estábamos sentados en unas incómodas sillas blancas de plástico. Mientras todos escuchábamos el palabreo (que para mi llegaba como un solo sonido), de la nada, el profesor (porque "la" profe ahora era "el" profe) se acercó a mi y dijo algo así como: "Claro, tú debes saber muy bien esto del tratamiento porque tu BK es positivo ¿no?. Si, eso te lo dejo como tarea, tú sabes de esto" palméandome el hombro y ante el silencio sepulcral de todos mis compañeros. Me quedé rígida como una piedra, incapaz de afirmar lo contrario o hacerme la desentendida y solamente pensando en que ahora todos sabían la verdad de mi enfermedad. Fue tan vívido el sueño que puedo recordar el rubor colándose por mis mejillas, el calor semejante a una olla en erupción y gotitas de sudor apareciendo por mi cuello. Luego de la intervención del profe, un amigo que se encontraba a mi derecha (del que no se nada hace tiempo) me dijo que no me preocupara porque que quizá la gente no sabía que era el BK positivo. Sin embargo, otro compañero escuchó eso y me dijo: "En realidad si sabemos que es y por un tema de prevención, es bueno que lo haya dicho. Así que ten cuidado al estar por acá". Ahi si entré en trompo y le refuté enérgicamente: "¡¡Los que estamos en tratamiento ya no contagiamos!!" No obstante, después una vocecilla me susurró: "Claro, así es normalmente pero acaso tu BK no es positivo?"

(abro paréntesis: Cuando uno ha iniciado el tratamiento contra la TB se tiene que sacar la prueba de Esputo (BK) cada semana o 15 días y, si los medicamentos están haciendo efecto, dicha prueba saldrá negativa. En mi caso, la última prueba que me hice salió positiva, como creo que comenté en el último post. Eso quiere decir que mis pastillas solo están evitando el avance de los bacilos, pero no los están eliminando).

Lo siguiente que escuché fueron sollozos entrecortados... ¿Pero quien estaba llorando? Por eso creo que no había nada más soñar así que desperté y ahi me percaté que los sollozos me pertenecían a mí.

No fue bonito
No fue bonito
No fue bonito

Lo peor de todo es que seguí llorando una vez que desperté y me dije inconcientemente: "tienen razón"

Yaaaaa, pero ya lo superé. Tuve la necesidad impetuosa de vomitar verbalmente el sueño, así que se lo conté a toda mi familia y finalmente me detuve aquí.

"Porque los sueños... sueños son" versa el poema de Calderón de la Barca. Ojalá no me equivoque xD... si, efectivamente es él (ya lo googlé jiji)

Pero no es que los sueños, sueños son no más, mi querido Calderón. En este caso, más que manisfiesto se encuentra uno de mis mayores temores y lo que me me mantiene en una ansiedad flotante. No quisiera sentirme así, aunque tampoco soy tan trágica y me paso todo el día pensando en eso. Simplemente, como todos, tengo muchos miedos internos y el que diga lo contrario es un reverendo hipócrita. Además voy desarrollando técnicas directamente sacadas del curso de Modificación de Conducta:

1. Aserción encubierta: Consiste en la detención depensamientos negativos para reemplazarlos por unos más positivos.

2. Desensibilización sistemática: simple relajación que no me funciona mucho con la respiración diafragmática (inhala... exhala...) sino que recurro a pasatiempos como practicar con la guitarra (de preferencia arpegios simples), maratón de películas, el vicio del internet o cualquier cosa que me provoque en el momento porque en la rutina vive el aburrimiento.

Y de algo sirven, vale decir. Si mi BK es positivo, así lo seré yo también :)


domingo, 8 de agosto de 2010

Un (dos) mes(es)

Feliz aniversario

Hace exactamente dos meses inicié el tratamiento contra la TB. Es casi imposible no acordarse de este tipo de fechas, es una tendencia que tenemos muchos de conmemorar días que marcaron algo importante en nuestra vida.

¿Y que ha significado todo este tiempo para mí? Para empezar debo contar la última visita al doctor, pues resulta que luego de terminar mis exámenes en la facultad me dio otra vez mucha tos (a veces con sangre), fiebre y dolores de cabeza. Nuevamente me mandó la prueba del Esputo y de lo que me había salido “negativo”, esta vez salió “positivo” con dos cruces (++). Plop. Esto quiere decir que hasta el momento, mis queridas Rifampicinas (2), Pirazinaminas (3), Etambutol (3), e Izionacinas (3) del Primer Esquema del tratamiento no estaban haciendo efecto.

Fue como si alguien hubiera agarrado un gancho y hubiera jalado de mí hacia atrás. Conversando con el doctor le pregunté porque mi organismo no estaba reaccionando. “Puede ser por cualquier factor, no tiene nada que ver el hecho que ahora tomes 6 días a la semana las pastillas”. Después vinieron nuevas órdenes: seguir tomando las 11 pastillas del Primer Esquema (osea como si el primer mes que pasé con el doctor de la otra clínica no hubiesen existido), reposo absoluto y AISLAMIENTO. “De preferencia una mascarilla cuando estés en tu casa y no hables mucho. Evita el contacto con las personas”.

Evitar el contacto con las personas… bueno, en realidad soy una persona con tendencia a la introversión, no por el hecho que no me guste socializar, sino porque no sufro mucho si paso un buen rato sola, como en estos momentos. Me sirve mucho para renovarme como persona. Pero de ahí a estar sola casi todo el día, no se pasen…

A pesar de eso, las más de dos semanas que llevo con dicho aislamiento no me han ido tan mal. Puedo pasar horas de horas sentada en la computadora, leyendo, escribiendo, hasta estoy aprendiendo a tocar guitarra gracias a Tavo, que me prestó la suya. Todo eso he venido haciendo desde que me enteré que solo podría salir a la calle para ir a la clínica a seguir mi tratamiento. Le pedí a mis amigos películas, discos, DVD’s, todo lo que tengan que me ayude a pasar el ingrato tiempo, al mismo tiempo que ruego para que mi organismo reaccione a los medicamentos.

Porque eso me había dicho el doctor antes de despedirse: ¡Paciencia, esperanza y… paciencia! El descanso irá todo agosto y luego de esto sabremos si me puede dar el alta, solamente si mi prueba del Esputo (ese nombre me da mucha risa) sale negativa.

Siento que si puedo aprender a pasar tiempo conmigo misma, habré aprendido muchas incógnitas de la vida. Pues todo empieza por mi. (creo que también desarrollaré narcisismo xD). Tampoco piensen que no veo a nadie, estoy con mis padres, mi primo y mi hermana un par de veces al día, pero sé que mientras menos tiempo pase con ellos y con cualquier persona, será mejor para no contagiarlas. ¿Que porqué no uso la mascarilla? Simple: ahi si me deprimiré, se lo advertí a mi madre.

¿Irónico no? Mientras más necesito de alguien como apoyo y compañía, menos puedo acercarme a ellos.


Castración

Hoy me desperté con un mensaje de Cristina. Nos decía (porque a veces las chicas nos enviamos mensajes en cadena) que había perdido la capacidad de “sentir” desde la muerte de su padre, algo que sucedió menos de un año atrás. Me imagino que algo tan impactante, más que dejar una huella, deja una cicatriz en el alma tan grande que obviamente ya no vuelve a ser la misma. Se va perdiendo algo de la esencia de lo que fuimos. Y es que nosotros no morimos como nacimos, sino de la forma como vivimos, de las cosas que atravesaron nuestra existencia…

Hoy también estuve pensando más de la cuenta, puesto que decidí encerrarme más tiempo en mi habitación que el acostumbrado, también para poder acomodarme un rato en mi soledad, que había dejado abandonada por el miedo de que ella me trajese a la mente todos aquellos pensamientos reprimidos que intuyo me harán sentir peor. Al principio fue así, porque lo primero en la lista eran todos aquellos planes postergados y/o cancelados que me va dejando esta enfermedad. No les ha sucedido, por ejemplo, que cuando están con las manos ocupadas, justo en ese preciso momento, ¿Les pica la nariz? Algo así quiero explicar: Justo cuando siento que puedo hacer muchas cosas, como disfrutar mis últimas vacaciones, ver amigos que no veía hace tiempo, emprender mi primer negocio… justo en ese momento llega algo que me impide hacerlo. Frustración, por supuesto. Impotencia, ni que decir. ¿Será acaso que mi vida se está reduciendo a sólo cuidar mi salud? Pues justamente eso es lo que estoy tratando de evitar, no olvidarme de otras cosas como mi familia, estudios, pasatiempos, amores… No, mejor eso último lo dejamos en suspensión por ahora.

Y la pregunta ahora es porqué ¿no? Ni yo misma lo sé exactamente. Pero la comprobación empírica me dará la razón: la última vez que me enamoré sentí la extraña sensación de libertad y éxtasis que emana al oír un nombre, me embriagué en el delirio y todo el bla bla bla pero me faltó el ente receptor de todos aquellos sentimientos que no fueran páginas de Word, comidas con grasas saturadas y glucosa, conversaciones con propios y extraños y horas desmadrugándome en la oscuridad. Aunque pensándolo bien, ¿Esos componentes no forman también el amor? ¿Por qué tiene que ser solamente la parte “buena” y “perfecta”? No se si con todo lo que he pasado he aprendido a ser una de esas escritoras frustradas que llenan páginas con frases desenfrenadas y cursis, que aman en secreto y al ser el amor no correspondido su mayor fuente de inspiración, son felices en su tristeza del desamor. O por otro lado, he aprendido a no sufrir por amor, si me enamoro debe ser de alguien al quien pueda entregar todo, no reprimirlo pues es horrible. Y por fines prácticos, si no funciona, dejarlo ahí. Y punto final


viernes, 6 de agosto de 2010

De la iluminación y los recuerdos (II)

Al principio no quise que nadie se entere, solo personas muy cercanas de la familia y uno que otro amigo. Me asaltaba la vergüenza, la reprobación social, los comentarios ignorantes de gente que de la enfermedad solo sabe el nombre, piensan que es sumamente contagioso porque no saben que una vez que el paciente está en tratamiento ya no contagia. Yo había sido una de esas personas hasta ese momento. Como también sufro de ciertos rasgos obsesivos, empecé a investigar en Internet todo lo referente a la TBC, ver videos y spots sobre campañas de prevención. Por ejemplo, yo no sabía que las personas que ya están en tratamiento pueden seguir con sus vidas comunes y corrientes, bueno, salvo vivir sin cometer excesos. Que es una enfermedad muy común, y que como me repiten para darme ánimos, le puede dar a cualquiera. Un par de semanas después ya iba familiarizándome con las palabras “Etambutol”, “BK Esputo”, “Hígado” y “Prueba de Cultivo”. Está bien, pensé, le contaré la verdad a algunas personas cercanas. Aunque aún tenía dudas sobre sus posibles reacciones. No quería hacer sonar mi historia como una enferma terminal, es decir, causarles pena. Tampoco quería sonar como una heroína que vuelve de un campo de concentración, es decir, causar admiración. Creo que solamente deseaba tenerlos allí de apoyo, que me hagan reír en momentos difíciles.

Ese mismo día tenía una prueba en la facultad, me dejaron ir con la condición de que no volviera allí por 15 días. Al terminar, me encontré con Andrea y Cristina, quienes me abordaron impetuosamente para saber cuál había sido el resultado de mis análisis. No sabía por donde empezar. “Vamos”, dije, “es muy fácil, solo di: “Tengo TBC (Porque decir ‘tu-ber-cu-lo-sis’ suena más friki)”. No obstante, no hicieron falta las palabras, porque mi lenguaje no verbal me estaba haciendo el favor de comunicarles todo: mirada vidriosa y perdida, temblor de labio, balbuceos, etc. “OK, entiendo, Emy. No hace falta que lo digas. ¿Cómo te sientes?” preguntó Andrea. Como hasta ese momento nadie me lo había preguntado, no me había puesto a analizar ese aspecto. Al final pude decir: “Mierda”.

Resulta que Andrea ya había tenido la misma enfermedad el año pasado. Desde el primer momento supe que ella sería quien mejor me entendería, quien sabría guiarme con mis dudas, además, es buena escuchando y aconsejando. Hubiera estado loca si no le contaba. En el momento que estaba con ellas dos, me di cuenta que no sabían que decir, yo mucho menos. Felizmente el momento incómodo se rompió porque Andrea tenía que entrar a clases, así que yo me fui con Cristina hacia el paradero. Durante el camino, aunque hablaba de otras cosas con Cristina, pensaba en Andrea. Recordaba aquella vez que nos reunimos en un café miraflorino, junto con las demás chicas para celebrar un reencuentro. Al contrario de mi caso, Andrea ocultó su enfermedad por muchos meses y recién nos contó todo lo que le había sucedido en la fase final del tratamiento. Los primeros meses le fueron bien, sin embargo como al tercer mes, desarrollo una reacción alérgica a los medicamentos (la “rafita”). Estuvo hospitalizada y luego nos enteramos que casi se nos va. Se deprimió durante un buen tiempo, había momentos en que ya no quería seguir. Qué terrible enfermedad, pensamos todas. Ese fue mi primer acercamiento a la TBC, la primera información que recibí de la enfermedad y sus repercusiones.

Ya en mi casa Andrea me llamó y me dijo que debía ser fuerte, que utilice lo de la inteligencia emocional, que coma bien y descanse. Pero lo que me dijo al final, me dejó un poco confundida: “Emy, perdóname si algo tengo que ver en esto…”. Le respondí que no piense en eso, que no es importante. Total, ya estaba contagiada y no tenía la seguridad que me había contagiado de ella.

Al día siguiente demoré un par de segundos en recordar al día anterior. En ningún momento imaginé que se trató de un sueño, ni nada por el estilo. Tampoco caí en la ilusión de desear que todo haya sido una mentira o irreal. El haber despertado con el recuerdo de que estaba con la enfermedad fue suficiente para confirmarme el largo camino que me esperaba. Por tanto, había que desechar de mi vocabulario las palabras depresión, tristeza y abandono. Decidí emplear en algo práctico mis cuatro años estudiando Psicología para poner en marcha eso que le llaman “inteligencia emocional”, recordé todas aquellas clases donde nos hablaba de la influencia de las emociones y el estrés sobre el sistema inmunológico (es más, mi tesis trata sobre eso). Los doctores casi nunca te hablan sobre eso, se limitan a darte miles de indicaciones que la gente debe seguir al pie de la letra. Pero en ningún momento se detienen a preguntarte: ¿Cómo te sientes? ¿Qué piensas sobre esto que te ha pasado? ¿Qué te gustaría hacer? Para eso estamos los psicólogos, sobretodo aquellos clínicos quienes se encargan del apoyo emocional (Así le duela a mis colegas organizacionales).

Sin embargo, para algunos no es fácil. Hay veces en que aprendemos de los demás a guardar nuestros sentimientos, todo el daño y el dolor que sentimos lo dejamos condensarse dentro de nuestra mente y corazón. Algunos ven esto como un acto de fortaleza, verás querido, yo no necesito a nadie que me consuele ni me aconseje, yo solo resuelvo mis líos existenciales. Una vez un amigo me dijo que jamás había llorado con nadie (salvo con una de sus ex) y que cuando sentía ganas de hacerlo, se encerraba en su habitación y empezaba su lucha interna. No le gusta que la gente lo abrazara cuando estaba triste. Hasta aquí se podría pensar que mi amigo es medio antisocial y retraído, sin embargo, es una de las personas más sociables que conozco. No hay día que no lo vea reír a carcajadas y alegrar a las personas a su alrededor. Todos lo consideran muy risueño… Me pregunto como serán aquellas luchas internas que no desea compartir con nadie.

Bueno, cada quien con su manera. Yo, en cambio, debía compartir mis líos con gente cercana. Así, poco a poco, mis amigos fueron enterándose y en general tuve reacciones favorables de apoyo. A Rubén le conté todo y me estuvo llamando casi todos los días para saber como estaba, robando línea de su trabajo. Camila me comentó que su abuelita había tenido lo mismo hace muchos años y ella había estado a su lado todo ese tiempo. Todo esto ayudó a que no me sienta tan sola y aburrida del santo reposo. Empecé a tejer una chalina, leer un libro muy grueso sin ninguna prisa, ver películas y nuevamente regresé al vicio de escribir, por supuesto. Todo lo que sea que mantuviera mi mente alejada de la realidad. Así, sin darme cuenta, dejaba de pensar en las cosas negativas, de que la enfermedad era una maldición dada mi mala suerte y la depresión no pudo generarse. ¿Cómo podía darme el lujo de deprimirme habiendo tanta gente que me apoyaba y se preocupaba por mí? Luego radicalicé mis pensamientos: Lo que me ha pasado es en realidad una bendición, te hace dar vuelta hacia uno mismo, y a las cosas más importantes de la efímera vida, es una experiencia (no importa si buena o mala) pero toda experiencia enseña y nos hace más conocedores de algo. Nos gastamos la vida viviendo en el “porqué” de las cosas cuando nos deberíamos preguntar el “para qué” o “cómo”. O simplemente para qué preguntamos. Dicen que los ignorantes son felices ¿No?

De esta manera, llegó el día en que me tocaba regresar a la facultad. Un cambio de aires me sentaría muy bien, reencontrarme con mis amigos y compañeros. Aparte, debía arreglar el asunto de las veces que falté a clase, explicar el asunto cuidadosamente a cada profesor y que no me pusieran una baja nota. Me levanté aquel día como invadida por una luz, una energía única. Me despedí de mi padre con mucha pena, puesto que él había sido mi compañero más fiel en los 15 días de cuarentena.

Recuerdo que la primera que me recibió fue Camila. Poco a poco la gente empezaba a aparecer y todos deseaban saciar su curiosidad preguntándome el motivo de mi ausencia. Yo inventé una suerte de asma mezclada con neumonía, zanjando el asunto temporalmente. Nadie más de lo que había escogido debían saber la verdad (aún). Aunque algunos mantenían una mirada suspicaz, inmediatamente trataba de cambiar el tema. Sinceramente no me esperaba tal recibimiento, con extraños preguntando por mí, deseándome todo lo mejor, sobrepasó toda idea que tenía del regreso.

Por otro lado, debía hablar inmediatamente con los profesores. Algunos de ellos se mostraron comprensivos, como la que asesora mi tesis. Discretamente, me preguntó como iba con el tratamiento, dónde de realizaba y en general como me sentía. Solamente hizo un pequeño comentario sobre las chicas que no se abrigan o no se alimentan bien con el afán de verse lindas. En fin, no estuvo mal comparado con el profesor de Psicoterapias Humanistas que se quedó leyendo una eternidad mi certificado médico en frente de todo el salón. Tenía la seguridad de que en cualquier momento iba a hacer algún comentario e iba a quedar al descubierto mi verdad. No sabía que hacer, empecé a sudar y balbuceé algo así como “hablar… después… en privado”. “Ah, claro… por supuesto. Se queda al final de clase”, respondió. Pero la peor de todas fue definitivamente la ayudante de la profesora de Modificación de Conducta. Seguimos el ritual que seguí con los otros profesores: “Profesor, he faltado a clases y aquí tengo justificación”. Acto seguido intentaban descifrar la complicada letra médica y caían en cuenta del nombrecito de la enfermedad. Ella al leerlo me preguntó: “¿En verdad tienes esto? ¿Cómo así? (Sin comentarios). “Sí, y el doctor ha dicho que solo puedo asistir a exámenes y cosas importantes” indiqué. “Ah, claro, para no contagiar a tus compañeros ¿no?”.

“Así te vas a encontrar con personas ignorantes, Emy, ni te preocupes por ellas” me repetía mi madre ya estando en casa. Obviamente, la chica no se había percatado que con su estúpido comentario me había hecho sentir un ántrax venenoso, una leprosa, un foco infeccioso. Rayos. Felizmente, hasta ahora no me he vuelto a encontrar con personas así y al menos ya estoy algo más preparada en caso de que ocurriese.

Bueno, de ahí proseguí contándole algunas de mis reflexiones, como la de que “Son cosas que pasan, una suerte de prueba que cuando la supere, las cosas que antes me parecían importantes ya no lo serán. No veo las horas de que se a fin de año, cuando supuestamente acabo el tratamiento. Que a pesar de todo, también tengo miedo de alguna complicación, de la posible reacción alérgica a los medicamentos, miedos naturales… Engrandecidos por mi, claro está, por mi personalidad insegura y dramática.”

Después de haber escuchado toda la historia, la reacción de Daniel fue como la de la mayoría, agregando sus peculiaridades. Es más, empezó diciendo que ya se lo imaginaba y que hubiera deseado que se le contara mucho antes. Nada después de eso, salvo el asunto de la iluminación, se saltó de una conversación convencional. Es por eso que quiero saltar todo lo que hablamos después para hablar de la despedida. Debo decir que ese fue un momento inesperado, él ahí, parado en el marco de mi puerta aferrándome y diciendo todas las palabras que quería escuchar: “Cuídate (casi como un ruego), come bien y no te sientas aislada, no va a pasar nada y prueba de ello es que te estoy abrazando, ¿si? Te quiero” con el tono más dulce que podía permitirle su condición masculina. Fue raro porque al principio solo quería que me suelte, pero poco a poco sus palabras fueron tan reconfortantes que no quise soltarlo y quedarme allí, protegida, despreocupada. Fue como un efervescente de todo aquello que había pasado y de lo que viene ahora en adelante. Para alejarse, me dio un beso en la frente y otro en la mejilla, como coronando toda la atmósfera sutil que embargaba mi cocina.


miércoles, 4 de agosto de 2010

De la iluminación y los recuerdos

Ayer lo vi después de tanto tiempo. Fue como si los cinco meses que nos separaron no hubiesen pasado, yo lo noté igual que siempre y la conversación se dio con tal fluidez que hablamos de (casi) todo. De la enfermedad, de la música, de anécdotas de clase… aunque lo más raro fue el asunto de la iluminación. ¿Qué significa que me veo como “iluminada”? Incluso hizo una analogía, comparándola con el efecto que produce un embarazo. ¿Será posible acaso que yo me vea mejor que cuando estoy sana? Es obvio que dijo eso para hacerme sentir mejor, quizá darme fuerza.

Pero resulta que empecé a leer el libro que me había dejado junto con un cúmulo de películas: “Once Minutos” de Paulo Coelho. “Es lo único decente que he podido leer de ese autor”, sentenció. La lectura hasta ahora es agradable. Trata sobre temas de los que todo el mundo habla, pero muy pocos comprenden: amor, sexo y prostitución. María es una prostituta brasileña que vive en Ginebra y que no quiere enamorarse. Un buen día, cuando piensa que su futuro está resuelto (regresaría a Brasil con el dinero que había juntado con el sudor de su cuerpo) conoce a un pintor que le dice que ve en ella una “luz”. María, al igual que yo, no cree en nada y le termina gritando que es una prostituta. El pintor sigue insistiendo, dejándola muy confundida.

¿Podrá ser que Daniel haya sacado la idea del libro? Yo no soy una prostituta pero estoy enferma. Ambas tenemos algo “diferente”, que nos hace sentir descalificadas para poder irradiar aquella “luz”. Tal vez no sea una cuestión de apariencias. Pero de nada servirá que más personas me lo digan (aunque lo dudo, me ven más pálida que de costumbre y el otro día al verme al espejo noté unas ojeras de tono verdoso), si yo no me la creo. Por un momento pienso que puede tener razón. He estado casi tres meses librando una especie de batalla contra los bacilos de Koch, que no puedo resistir sentirme más valiente y fuerte, a pesar de tener algo de miedo en el fondo. Y a pesar de saber que la enfermedad tiene cura, la tendencia innata del ser humano a sentir incertidumbre me invade. Por tanto, estaba pensando en utilizar aquella “luz” como un placebo, algo que no permitirá que me deprima ni nada.

Regresando nuevamente a Daniel, lo que me permitió dicho encuentro fue rebobinar un par de meses atrás y empezar un esbozo de lo que me había sucedido: Me diagnosticaron un 8 de junio, luego de una serie de análisis caros y el parco discurso de un médico japonés. “Si, tienes Tuberculosis” sin hacer contacto ocular. No pude evitar sentir la sensación extraña en la garganta y que mis ojos se llenasen de lágrimas. Bueno, yo ya sabía la noticia desde una hora atrás, cuando recogí mis análisis. Sin embargo, mi primera reacción fue negar todo. Estaba claro que se habían equivocado en el laboratorio, había dado una mala muestra, ese lugar siempre me pareció dudoso pero por lo cómodo del precio, resolví ir allí. ¿Tuberculosis? Las preguntas empezaron a estallar en mi cabeza y no cesaron luego de la visita al doctor, a pesar de que me dio varias indicaciones como comer bien, aumentar seis kilos, no dejar mis pastillas ni un solo día, nada de fiestas y salidas, aislamiento y reposo por quince días. Luego me enteré que el reposo normal se da por un mes. Pero por otro lado, no sabía cuándo, cómo y dónde me había contagiado. El sentimiento de culpa comenzó a hacerse presente, todo todito era por mi causa, me había descuidado, no le hacía caso a mi madre cuando insistía que me abrigara y vaya a la universidad vestida de esquimal. Me había amanecido haciendo trabajos de la universidad. Vaya, pensé que sería suficiente con mis las dos neumonías que tengo en mi historia clínica. Creo que el hecho de no haberlo esperado, hizo más fuerte la verdad.

Contuve mis ganas de llorar en el consultorio del doctor, sobretodo por mi madre. Con ella debo procurar hacerme la fuerte porque se está acercando el momento en el cual yo tengo que protegerla y no al revés. Curiosamente vi que ella también estaba conteniendo sus emociones y pensamientos por mí. Fingió que ya se lo esperaba y que estaba bien, pero la conozco demasiado como para saber que este tipo de cosas de enfermedades, desgracias y problemas la afectan de sobremanera. No fuimos a casa juntas, así que cada una lidió por su lado con su angustia. Ella se fue a trabajar (había pedido faltar, pero no se lo permitieron) y yo regresé a mi casa, sin estar preparada para hablar con mi padre.

Mi padre también es una persona especial. Le dio un infarto cerebral hace dos años, lo cual le dejo a medio hablar. Con él la convivencia a veces se hace difícil porque no nos podemos comunicar oralmente bien. Sin embargo, todos estamos concientes de que pudo haber quedado peor: hemipléjico, amnésico, hasta en estado vegetal. Muy aparte de su salud, su carácter es propenso a la agresión pero, al igual que mi madre, es muy emotivo y sensible. Por todos esos antecedentes, yo tenía miedo de contarle la verdad. Vi que no podía zafarme de esa tarea puesto que cuando llegué a mi casa, él se encontraba en la puerta esperándome para saber los resultados de la visita al doctor. Primero disimulé y una vez adentro de la casa, le expliqué todo muy delicadamente, pero en un momento no aguanté más y terminé llorando con él. Genial, Emilia, era lo último que debías hacer y menos con él.

 

lunes, 2 de agosto de 2010

Tanto por decir

"La tinta no secó y en palabras dije muchas cosas. Pero en mi corazón todavía queda tanto por decir..."
(Me quedo aquí - Gustavo Cerati)

¿Quién no ha tenido la recóndita necesidad de verter todos sus pensamientos, así sean simples y mundanos para los ojos de grandes escritores o ilustres compositores, imaginando que alguien más puede leerlo? Es la esencia, pienso, de los escritores frustrados. Pero, para ellos (y aquí alzo la mano) llegó esta maravilla de los blogs. La historia comienza así: siempre postergando la creación de un blog, así sea de poemas, ensayos, cuentos o algún tema en especial. Pero como se podrán percatar en el título, estoy describiendo una condición que es el eje de este espacio.

Buscando sobre la enfermedad encontré de todo: información muy útil, campañas de publicidad, spots de youtube y una que otra recomendación. Pero nada de lo que necesitaba realmente. Quería leer comentarios sobre personas que estén como yo, que sepan de qué trata esto y lo hayan padecido. Mi intención no es rellenar entradas con más y más datos médicos, que de esos hay montones.

Sé que la tuberculosis no es una enfermedad incurable. Sin embargo, la salud viene de todos lados y uno de ellos es el emocional y psicológico. Para algunos quizá puede ser más chocante, otros no y me encantaría averiguarlo. Para eso abro este espacio, creando algo que no encontré en las varias entradas que ofrece google al escribir: Tuberculosis

Ojalá haya buscado mal